miércoles, 12 de febrero de 2014

6. El día de la caña

Capítulo 6: El sillón

  Cuando fueron alrededor de las doce del día empezó a despertar la gente. Claro, mi padre ya había ido a la cocina a buscar desayuno y había visto el desorden y la gente tirada en el sillón y en el piso. Por otra parte, yo también desperté, aunque podría haber seguido durmiendo hasta mucho más tarde. Como dueño de casa empecé a ordenar la cosa y a mover a mis invitados para ordenar el despelote que habíamos dejado. Encañados todos y con pocas horas de sueño comenzamos a movernos.
- Tu papá vino en la mañana.
- Jaja, ¿y qué dijo?
- Me saludó, pero espérate, cacha que había encontrado solo uno de mis zapatos y me lo había puesto. Pero busqué el otro y no pude encontrarlo, entonces estaba en nada mirando mis pies, uno con zapato y el otro no. Y ahí llegó tu papá y así me vio, mirando como estúpida mis pie sin zapato.
Todos reímos, porque la verdad, cualquiera de nosotros podría haber estado en ese estado de zombificación. Lo bueno es que mi papá entendió que todavía no dábamos por terminado el carrete, entonces no volvió a salir de su pieza. Después del orden y de que despabilaran un par de invitados que seguían sintiendo moverse el piso, finalmente se fueron. Bueno, se fueron todos menos Luisa que seguía durmiendo, porque la verdad, no pude ser tan cruel de despertarla, aparte de lo linda que se veía con su carita de mapache por el maquillaje todo corrido. Así que cerré la puerta después de despedirme de todos y volví a dormir otro rato.

  Un par de horas después despertamos los dos y fuimos a la cocina a comer algo. Mi papá ya no estaba, ni mi hermana, así que sin moros en la costa me di el tiempo de cocinar. Luisa insistía en ayudarme, pero quería, nuevamente, impresionarla. Así que saqué mis habilidades de chef y con lo que pude encontrar en el refri preparé pasta con salsa y pollo. Nada del otro mundo, pero de seguro iba a reponer nuestras energías después de esa noche de copete y fiesta. Así estábamos, comiendo como a las seis de la tarde, cuando llegó mi papá. En ese momento no noté lo incómoda que estaba Luisa, pero sí que lo estaba. Por mi parte, con mi papá tenemos como un código secreto, un pacto no firmado de compañeros de departamento en que ambos confiamos en que lo que hace el otro está dentro de los estándares de nuestra convivencia. Así que yo sabía que no se enojaría ni me haría muchas preguntas. Por supuesto, los introduje y ya le había hablado algo de lo que pasó en Lima con mi papá, así que ya sabía de la existencia de mi amiga mexicana. Y como a él no le gusta estar presente cuando estoy con mis amigos, tomó algo de comer y se fue a su pieza.

  Se empezó a hacer tarde y había llegado el tiempo de volver a casa para Luisa, así que fue por sus cosas y yo accedí a acompañarla. Todavía era nueva en la ciudad y lo mínimo que podía hacer era llevarla hasta el metro. No sé qué fue lo que me impulsó, pero en algún punto decidí acompañarla hasta su casa y una vez ahí no tuve otra opción que subir. Nada de eso estaba planeado, solo fueron los azares del destino que determinaron que ahí estuviese yo, sin poder despegarme de esta niña hermosa.
- Bueno, si quieres puedes ver tele o algo, no sé- me dijo Luisa
La verdad yo quería seguir conociéndola, ya me gustaba y todo había salido bien hasta ahora (excepto por los silencios incómodos y el primer encuentro con mi padre) así que estaba ansioso por saber qué seguiría después. Pero he aprendido a ser paciente, así que prendí la tele y al rato estábamos los dos en el sillón conversando de la vida y viendo la tele, mientras los roomies iban y venían. Comimos algo, no recuerdo bien qué y ya que se hizo tarde (creo que esperé hasta esa hora intencionalmente).
- El metro ya está cerrado, puedo...
- Jaja, está bien, quédate, puedes dormir en el sillón.
- Jaja, gracias.
Aún no sabía que ese sillón y yo íbamos a tener una larga historia juntos.

  Avanzó la noche y ya fue hora de ir a dormir, por lo que Luisa me pasó un cubrecamas y unas frazadas con qué taparme del frío de la noche y me dió un beso de buenas noches. La miré, me miró y luego me preguntó lo que estaba esperando que preguntara. "Conmigo" le contesté, "duerme aquí conmigo", lo que pareció hacerla feliz a ella también. Así que intentamos dormir, entre conversaciones y besos, en ese incómodo sillón que no estaba hecho para dos. Al final, en un punto de la noche en que ya ninguno de los dos pudo seguir soportándolo, Luisa decidió ir a dormir a su cama. Y yo, pues, ahí quedé, durmiendo en el sillón de la casa de Luisa, con una sonrisa de oreja a oreja.

Continuará


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Hola :D! Espero que les haya gustado el capítulo de hoy.
No voy a escribir mucho más por hoy porque ya es tarde.
En verdad lo único que hice en todo el día fue ver Grey's Anatomy, así que no hay mucho que contar.
Solo que al fin vimos dos capítulos untos Luisa y yo :') Fue hermoso porque teníamos las mismas reacciones y la veía por skype jajaja.
Ya, eso, buenas noches :)

Pato.

PD: 59 días y contando. ¡Ya pasamos la barrera de los 60! ¡Vamos, vamos, vamoooos!

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