Historia de amor

Capítulo 1: Sobreventa

  Todo comenzó el día 28 de julio de 2013 en el aeropuerto Jorge Chávez, en Lima, Perú. Mis amigos María, Aldu, Pape y yo estábamos haciendo una escala desde las 17:15 hasta las 22:15 para seguir nuestro viaje a Santiago. Ya se acercaba la hora de abordar, por lo que nos sentamos cerca de la puerta de embarque a esperar que nos llamaran. El tiempo pasaba lentísimo debido al cansancio que traíamos de un viaje de ocho días por Cusco y Machu Picchu. Mirab a mis amigos y no sabía cuál estaba más chato, es más, creo que Pape, con su polera y pantalones de rayas (que parecía pijama) estaba dormitando con los ojos cerrados detrás de sus lentes oscuros. Una semana durmiendo en hostales sin agua caliente y con olor a meado nos tenía agotados esperando por volver a la comodidad de nuestras casas. En ese estado de estupor estábamos cuando escuchamos por el alto parlante decir que el vuelo 7625 hacia Santiago de Chile estaba sobrevendido. "Por favor, aquellos pasajeros que quieran negociar una compensación debido a este invonveniente, sean tan amables de acercarse a la puerta de embarque". No puede ser, pensé, qué mala suerte. Seguro nos iban a cambiar a otro vuelo dos horas más tarde y nos iban a dar como compensación un sandwich de pan con queso y jamón. No señor, yo me voy en este vuelo, lo compramos con suficiente anticipación como para que nos dejen abajo.

  En esa actitud me encontraba cuando veo pasar una muchacha de unos veinte años que llamó mi atención. Pelo oscuro, morena, camisa de mezclilla sobre una polera negra y minifalda, se acercó a la señorita que estaba esperando voluntarios. De pronto María me mira con una cara entre sorpresa, emoción y felicidad. "Vamos, vamos a preguntar" dijo, pero yo ya estaba con la idea de no ceder ante la tiranía de la aerolínea. "¡Voy sola entonces!" se paró y se acercó a la señorita de la aerolínea y la muchacha de minifalda. De brazos cruzados estaba contemplando esta escena cuando María se da vuelta hacia nosotros y nos hace gestos para que fuésemos rápidamente con ella. Algo muy bueno debe ser para que se ponga así, pensé, así que me levanté y fui a ver qué pasaba. Al llegar junto a ellas vi a la muchacha firmando unos papeles y cerrando el trato con la asistente de vuelo. Mientras tanto, María nos explicaba en voz baja que habían dicho algo de un hotel cinco estrellas y comida gratis y no sé qué cosas más. "Explíquenos, por favor, de qué se trata" le dije a la señorita vestida de rojo. "Debido a la sobreventa de su vuelo, Avianca les ofrece cambiar su boleto para el vuelo de mañana a la misma hora. Esta noche dormirán en el hotel Meliá Lima de cinco estrellas. Un taxi vendrá por ustedes al aeropuerto y los traerá mañana para su vuelo. Además, en el hotel recibirán gratis la cena de hoy, el desayuno y el almuerzo de mañana. Además, la aerolínea les hará entrega de un voucher por 250USD para que vuelen con nosotros dentro del plazo de un año." Estábamos boquiabiertos, era como un sueño hecho realidad. Los cuatro teníamos una sonrisa de oreja a oreja. "Lo vamos a conversar, gracias" dije a la señorita.
- Weón, qué onda. No puede estar pasando esto. La cagó.
- Bien María, qué bueno que viniste a cachar qué estaban ofreciendo.
- Hay que hacer esta wea - dijo la Aldu peinándose su mechón naranja que con la emoción ya le cubría casi toda la cara- No podemos ser tan weones de rechazarla.
- Sí, nicagando diría que no. Habría que ser muy weon jajaja.
- Es cierto, Pape, pero lo único es que nuestros viejos se van a enojar por llegar un día después. Pero en verdad no me importa, hagámoslo.
- Sí, démosle, me importa un pico que se enojen.
- La Aldu tiene razón, no seai mamón Pato, digamos que sí.
- Ah, pero antes de eso hay que preguntar si hay cuatro cupos. O somos todos o no es nadie.
Todos miramos a Pape después de que dijo estas palabras. Tenía razón, la oferta era increíble, pero si no la disfrutábamos todos, no la disfrutaría nadie. Nuestro viaje había sido todos juntos y así iba a seguir siendo hasta que volviéramos a Santiago. Todos estuvimos de acuerdo y nos acercamos nuevamente a aeromoza que estaba esperándonos.

  Mientras nos poníamos de acuerdo, otra persona también se había acercado y para cuando nos decidimos, ya estaba firmando el contrato. Era un hombre joven, sobre los veinticinco, no muy alto, moreno, de gafas que se notaba decidido y tranquilo. Esperamos que se retirara y fue nuestro turno. "Mire señorita, aceptamos el cambio de vuelo. La única condición sería que vayamos los cuatro juntos. Si no es así, no aceptamos". La negociación había comenzado. La asistente se aproblemó un poco, ya que la condición era bastante exigente y nuestra determinación estaba clara. "Voy a preguntar si hay cupo para los cuatro, les avisaremos en unos minutos". Ya teníamos la mitad del trabajo hecha, solo faltaba que nos confirmaran. Mi sonrisa no se borraba con nada y a veces me venía una risilla nerviosa que delataba mi emoción. Nos fuimos a sentar en el mismo lugar en que estábamos antes y luego nos paramos y comenzamos a buscar cómo comunicarnos con nuestras familias. Buscamos wifi para avisar por mail, pero en el café donde había cobraban un millón de pesos por un vaso de agua, y sin consumir no se podía usar el internet, así que decidimos usar el roaming y llamar directamente. Como el roaming también es carísimo, llamé a mi hermana que era la que iba a entender más rápido. "Aló, Ángela, hola. Oye, resulta que sobrevendieron mi vuelo así que me cambiaron para otro mañana a la misma hora. Avísale al papá y a la mamá. ¡Chau!" menos de un minuto duró la llamada.

  Aún no se me borraba la sonrisa de la cara cuando llegué a nuestros asientos nuevamente. Ahí ya estaban Pape y María conversando tranquilamente con la muchacha morena que fue la primera en firmar el contrato.
- Hola- dije mientras me sentaba.
- ¡Hola!- dijo alegremente
- Es mexicana y va de intercambio a Chile. ¿Qué vai a estudiar?
- Esteee, cine, pero en México estudio una carrera que se llama ingeniería en diseño gráfico digital.
- ¿Ah?
- Jajaja, tiene que ver con todo lo que es diseño en la computadora, programación web, diseño web, animación y todas esas cosas.
- Aah, bacán, mi hermana estudia diseño- dije tratando de hacerme el interesante.
- Ah, qué bien. Pero yo soy programadora, osea, sé muchas cosas de diseño digital por la carrera, pero lo que más me gusta es programar.
Guau, le gusta programar y a mi también, ¡qué coincidencia! En ese momento estaba totalmente interesado en saber más sobre ella.
La última en llegar a sentarse fue Aldu.
- ¿Cómo te fue?
- Bien, no se enojaron, mi papá se rió y casi que me felicitó.
- Jajaja, viste, si a mi me dijeron lo mismo.
Mientras hablaban, Aldu miraba a la muchacha mexicana esperando una explicación.
- Es nuestra nueva amiga, es de México.
- Uuh, ¿de qué parte?
- De Tijuana.
- ¡La raja!
- Oye y... ¿cómo te llamai?.
- Luisa.


Continuará...




Capítulo 2: Meliá

  Cachai, weon, wea, al tiro, piscola, mote con huesillo, empanada, nuestra conversación con Luisa fue como una pequeña guía para el extranjero en camino a la jungla chilena de palabras que significan todo y, a la vez, no significan nada. Se notaba en el rostro de nuestra nueva amiga que no entendía nada, tanto por las palabras nuevas, como por lo rápido que hablábamos (y lo mal articulado, por lo demás). A veces se quedaba mirando completamente confundida, por lo que repetíamos pero con palabras más ortodoxas y un poco más lento. Sin embargo, si iba a quedarse en Chile por seis meses tenía que aprender, y qué mejor que aprender ya. Y como mis amigos y yo somos tan buena onda, no le dimos mucha ventaja y seguimos hablando en nuestra lengua cotidiana como si ella ya fuese una de nosotros.
- ¿Oye y teni familia o amigos en Chile?
- No, voy sola, así, a la vida. Y si no fuera por esto tendría que quedarme 24 horas en el aeropuerto de Santiago, porque hice mi reservación mal en el hostal y no tenía dónde dormir esta noche.
- Uuuh. ¡Entonces somos tus primeros amigos chilenos!
- Jaja, sí, son los primeros chilenos que conozco.
- Qué suerte entonces, de coincidir en el mismo vuelo y que todos aceptáramos lo del hotel.
- Sí, bacán, te vamos a invitar a carretear cuando estemos en Chile.
- Oye, pero igual carretiemos ahora en el hotel po. ¡Hay que celebrar!
- ¿Que es ca-rre-tear?
- Es, este, fiesta, jaja. Ir de fiesta, o salir a una disco, o juntarse con amigos a tomar. Nosotros hacemos más eso, carreteamos entre nosotros en la casa.
- ¿En sus casas? Oooh, nosotros nunca hacemos eso, siempre vamos a algún lugar.
- Noo, en Chile es muy común carretear en casas.
- Sí, de hecho, si quieren podemos hacer un carrete en mi depto cuando volvamos. Le voy a preguntar a mi papá.
- Pero no el mismo día.
- No. ni cagando, después. Ahí nos ponemos de acuerdo. Y estás invitada Luisa.
La invitación estaba hecha, ahora solo faltaba que le hubiésemos caído bien y que quisiera seguir siendo nuestra amiga. El único problema sería que se haciera tantos amigos en la universidad que se olvidara de nosotros.

  Estábamos en lo mejor de la conversación cuando otra señorita de la aeronlínea se acerca a nosotros y nos dice que Luisa tiene que ir con ella al taxi. ¿Y nosotros? "Todavía están procesando sus papeles, luego los van a venir a buscar". Así que nos despedimos y se fueron. También se fue el otro hombre que había firmado contrato. Pasó un largo rato antes de que vinieran a hablar con nosotros de nuevo. "Ya, están listos los papeles. Pueden ir los cuatro, solo tienen que firmar aquí". Nos miramos y a todos nos salió una risa nerviosa, todavía no podíamos creer lo que estaba pasando. Tuvimos que esperar otro rato más, como el doble que el anterior y luego nos vino a buscar una señorita muy simpática con cara de estar estresada con todo el trámite. "Síganme, vamos a retirar sus maletas y sus voucher" y partimos. Fuimos por unos pasillos que seguro ni el Papa podría pasar. Seguridad por aquí, por allá, prohibido el paso, solo personal, yo me empecé a preocupar porque en algún momento algo sospechoso nos iban a encontrar y algo malo ibamos a haber hecho y a la cárcel no más, sin preguntas ni llamadas telefónicas. Pero parece que en Perú no son así. Salimos al pasillo por el que habíamos entrado a la zona de embarque internacional y bajamos al primer piso. Ahí tuvimos que esperar más a que la asistente fuese por nuestras maletas. "Pobre" pensaba, "va a tener que hacer todo sola, si tan solo nos dejaran pasar sería mucho más fácil". Pero el hombre que controlaba el paso de la gente de un lado al otro del hall de entrada no dejaba pasar ni a las señoras en silla de ruedas. O creo que sí, creo que dejó pasar a una, pero a una no más. La cosa es que tuvimos que esperar de nuevo y al rato la vemos venir de lejos con un carrito con todas nuestras cosas y unos tickets en la mano. "Estos son sus voucher y aquí están las maletas. El taxi está afuera, vamos". Así que tomé el carrito y nos fuimos en busca del taxi.

  Salimos y parece que a todos los taxis les habían avisado que estábamos buscando uno, porque casi se nos abalanzaron encima ofreciéndo sus servicios. Que no, que no, decía la señorita que nos llevaba y como nosotros la seguíamos a ella, decíamos lo mismo. Hasta que se cruzó con uno y le preguntó algo. "No, no sé, por allá debe estar pe" y le indicó una dirección. Seguimos avanzando y claro, hacia allá era, pues se acercó rápidamente el chofer a ayudarnos con las cosas. "Suban, suban, yo arreglo las maletas" dijo como todo buen taxista que conoce mejor su máquina y sabe cómo hacer caber un montón de maletas. Pero no era un taxi como el que esperaba, era más bien una van. Abrimos la puerta y ¡sorpresa! ahí estaba nuevamente Luisa y el otro tipo, que luego supimos que se llamaba Álvaro pero le dicen Tom. Como teníamos que seguir esperando nos pusimos a cantar con el Pape, la María y la Aldu. No era la primera vez, antes y durante el viaje ya habíamos practicado algunas canciones de Queen que nos salían bien y esas nos pusimos a cantar. Y finalmente llegó el chofer con otras dos muchachas. Ambas subieron adelante y cuando les preguntamos sus nombres supimos que no andaban con ganas de hacer amigos, o al menos no querían que nosotros, cuatro mochileros y los otros dos que venían en la parte de atrás fuesen sus amigos. Me dio un poco de pena, la verdad, porque una de ellas que se notaba más tímida y tierna sí parecía querer compartir con nosotros. Seguramente la otra era como la "jefa" y se hacía todo lo que ella mandaba, sólo por tener carácter más fuerte y dominante. "Somos de México" dijo la pesada. "¡Yo también! Soy de Tijuana" dijo Luisa alegre de compartir esta aventura con sus compatriotas. "Nosotras del D.F." y ahí se acabó la conversación. Por lo que entendí luego, eran cuicas y se creían el hoyo del queque. En fin, el chofer puso la radio y seguimos cantando hasta que llegamos al hotel.

  Conchesumadre el hotel. Definitivamente cinco estrellas, si es que no más. De partida me sentía totalmente incómodo, olía mal, mi ropa estaba sucia y además no era ropa muy adecuada para ese nivel de lujo. Pero al final me dio igual, nos habíamos "ganado" esa noche en ese hotel de lujo y ya estábamos ahí, a disfrutar se ha dicho. Luego de llenar unos papeles, cada quien se fue a su pieza, la Aldu con la María, yo con el Pape y la Luisa a la suya. Nos iban a dar de cenar, por lo que quedamos de vernos cuando bajáramos. Subimos con el Pape y no lo podíamos creer. Una cama como de cinco plazas para cada uno, todo limpiecito, un baño espectacular, ¡agua caliente! Si hasta un escritorio tenía la pieza por si necesitábamos cerrar algún negocio con el presidente. Se pasó. Dejamos las cosas, nos lavamos un poco y bajamos. Fuimos al comedor y ahí nos sentamos los cinco que ya nombré y Tom. Nos ofrecieron un par de platos distintos, ya que la cocina estaba funcionando sólo para nosotros. Comimos, conversamos, nos reímos y fuimos conociendo más a los dos extranjeros con los que compartíamos la mesa. Tom es colombiano, trabaja en Chile desde hace unos años y andaba de vacaciones viendo a su familia en Colombia. Dijo que quizás le harían problema en el trabajo por volver un día después, pero al final le dio lo mismo como a todos nosotros. Después de comer le preguntamos al garzón si sabía dónde conseguir pisco, porque queríamos celebrar nuestra suerte y enseñarle a Luisa lo que era una piscola, pero nos dijeron que estaba todo cerrado, lo que no era nada raro porque eran cerca de las dos de la mañana. Al final nos despedimos y cada uno fue a su habitación. "Puta la wea" pensé, "quería carretear con ella y conocerla más". Pero ya que el carrete había funado, nos fuimos a la habitación con el Pape y decidí darme una relajante ducha en ese maravilloso baño. Lo que no sabía era que el relajo se me quitaría con lo que vendría más tarde esa noche.


Continuará...





Capítulo 3: A Chile los pasajes

  Eran las doce del día y recién despertaba después de seis horas de sueño. La noche anterior había sido complicada entre nuestro grupo de amigos y terminamos durmiendo nada que ver de como nos habíamos organizado. El desayuno ya había terminado hace rato y con la Aldu no probamos ni un bocado. Recuerdo haber despertado a eso de las diez con la alarma del celular y haberle preguntado a mi nueva compañera de pieza si prefería seguir durmiendo o ir a comer. Claramente dormir en esas camas de plumas francesas era mucho mejor que desayunar. Así que luego de dormir ese par de horas hasta las doce, nos levantamos. Mientras la Aldu se duchaba yo bajé a conversar con la María. En mi camino pensaba en la mala suerte de no haber hecho nada divertido la noche anterior, la mala suerte de no haber podido conocer más a Luisa. Llegué al primer piso y al acercarme a la entrada del hotel la vi a ella y a María cómodamente sentadas en unos sillones conversando. Las saludé y me dijeron que me habían echado de menos en el desayuno, pero luego de explicarles nuestra decisión, lo entendieron.
- Bueno- dijo Luisa- ahora voy a ir a conocer Lima con Tom y un amigo suyo que es peruano. Así que nos vemos a la vuelta.
- Qué entrete- dijo María con un tono que parecía que no le interesaba en ese momento.
- Ya po, nos vemos a lo que vuelvan.
Y se fue. Recuerdo haberme puesto un poco celoso. "Va a pasar todo el día con ese Tom y yo aquí, queriendo acercarme a ella. Ya, perdí la oportunidad. Nada que hacer" pensé. Y salimos con María a conversar hasta que Aldu estuvo lista para el almuerzo.

  Comimos pasta la Aldu y yo. Pape y María iban a bajar después porque habían desayunado a más no poder (era desayuno buffet) e iban a descansar un rato más. Ambos estábamos hambrientos, por lo que pedimos todo lo que nos pudiesen traer. En la televisión estaban mostrando el desfile de fiestas patrias peruanas.
- ¿Qué hacemos? Quedé con ganas de carretear.
- Cachemos si hay algún lugar cerca donde comprar pos, si ayer nos dijeron que había.
- Sí, María me dijo que al frente habían unos almacenes, que había ido con Luisa en la mañana a buscar una farmacia. Parece que ahí venden copete.
- Vamos po, pero me quedan como diez soles no más.
- Filo, hacemos una vaca y compramos entre todos.
Ya habíamos terminado de comer cuando bajaron los dos que faltaban. Le contamos de nuestro plan y estuvieron de acuerdo. Todos habíamos quedado con las ganas y la noche anterior nos tenía a todos queriendo emborracharnos. Así que juntamos soles y partimos a comprar con la Aldu. Cruzamos la calle frente al hotel y fuimos a un par de almacenes preguntando por pisco, la bebida sabor cola que nunca falla y unas cervezas. Ya con nuestro botín volvimos al hotel, subimos al piso nueve y salimos a la terraza. El día estaba nublado y al frente había una banda de bomberos celebrando el día nacional. Empezamos con unas piscolas mientras aún no llegaba la otra dupla. Y fue entonces cuando nos vino a la mente una cosa que nunca habíamos hecho a pesar de que era una de nuestras ideas favoritas: una fiesta de batas. La idea era que, sin esa prenda, no se podía participar en la fiesta. Fuimos corriendo a nuestra habitación por las batas, nos las pusimos y volvimos a salir. Así estábamos, de lo mejor, cuando subieron María y Pape, quienes no tenían bata porque su habitación no las traía. No me acuerdo cómo, pero llegó un momento en que tuvimos que ir a comprar más, entonces juntamos las llaves de las habitaciones y las mezclamos. Aquel que sacara una de las dos llaves de la habitación mía y de la Aldu se ganaba una de las dos batas. Por suerte no perdí la mía cuando salimos a comprar con Pape. Cruzamos, compramos y volvimos. Al llegar a la terraza seguía la conversación sin nosotros y también el carrete, el que se prolongó otro largo rato más hasta que de pronto llegó Luisa.

  Faltaba poco para que llegara el taxi por nosotros y seguíamos bebiendo. Le dimos a probar piscola a nuestra nueva amiga. Al parecer estábamos demasiado curados y no nos dábamos cuenta de lo fuerte que estábamos tomando, porque no le gustó para nada. Y ya que faltaba poco para irnos, con Pape nos fuimos a dar un baño de tina, que fue un plan que teníamos pendiente. Ahí quedaron las tres niñas bebiendo y conversando. "Lo siento niña mexicana, los amigos son primero" pensé mientras caminaba con un pequeño vaivén detrás de Pape. Fuimos a la habitación, quedamos en boxers y cada quien con su Cuzqueña en la mano tuvimos una charla de hombre a hombre en esa tina compartida (en la cual cabíamos los dos sin mucho esfuerzo). Se acabaron nuestras cervezas y eso significaba que era tiempo de prepararnos para ir al aeropuerto. Nos vestimos, arreglamos nuestras cosas y cada quien se despidió por su cuenta de esas maravillosas habitaciones. Bajamos, hicimos el check-out y fuimos a esperar junto al taxi-van que ya había llegado. Nos sentamos en las escaleras del hotel y, como ya estábamos prendidos y teníamos la guitarra, nos pusimos a cantar. Luisa estaba ahí también, solo faltaba Tom, quien estaba solucionando un tema de unas llamadas telefónicas. Lo esperamos bastante tiempo, pero no supimos cuánto fue por lo bien que lo estábamos pasando. Al final nos subimos todos (y me aseguré de subirme al lado de Luisa esta vez) y partimos al aeropuerto.

  Llegamos justos de tiempo y aún seguíamos borrachos. Las niñas fueron a fumarse un último cigarro antes del vuelo y con el Pape entramos directamente a dejar nuestras maletas. No supimos nada más ni de Tom ni de Luisa. No sé cómo lo hicimos, según yo ya se me había pasado un poco lo borracho, pero miraba a Pape tambalearse y sabía que todavía estábamos cocidos como papa. Superamos la prueba de pasar nuestro equipaje, ahora solo faltaba pasar por policía y llegar a nuestro avión. Pero había un problema, ¿dónde están las niñas? Salimos a buscarlas pero no las vimos, volvimos a entrar y no estaban. Las llamamos al celular, nada. Estuvimos como media hora desesperados por no saber si habían pasado o si seguían afuera. Al final entraron, les dijimos que corrieran, pasaron su equipaje y corrimos a policía. Como era de esperarse, pero ninguno de nosotros lo imaginó, había una cantidad enorme de gente. Nos pusimos en dos filas distintas en caso de que una fuese más rápido que la otra y justo la mía y de María fue la elegida, entonces Aldu y Pape se salieron de la suya y se colaron con nosotros.
- Lo siento señor, venimos todos juntos y nuestro vuelo está por salir.
- Y a mi qué me importa, tienen que hacer la fila igual, estamos todos en la misma.
- Es que venimos todos juntos.
- No me importa, tengo mi derecho por haberme puesto en la fila y...
- Es que, ¿le digo algo? Andamos juntos, los cuatro.
El señor seguía manifestándonos su molestia y su derecho de que respetaran su turno. Yo intentaba ser un poco más diplomático, pero me di cuenta de que daba igual, ya se habían colado y la técnica de la Aldu podría ser un poco menos ortodoxa, pero nos daba tiempo. Su forma de lidiar con el señor era básicamente darle el mismo contraargumento, pero introducido de forma distinta, a cada argumento que le daba el caballero. "Pero esque parece que no entiende... Vamos todos juntos", "Espere, es que... andamos juntos, los cuatro", "No, no, es que vamos todos juntos", "Pero señor, si vamos juntos", "Es que... vamos juntos" "Señor, nosotros... venimos juntos". Notable, realmente notable. Al final mi preocupación por el enojo del señor pasó a ser una risotada interna.

  Pasé primero por la cara parca y la inspección visual del policía y estába listo para correr cuando me detiene otro policía y me dice "Señor, acompáñeme. Tengo que hacerle una inspección personal". "Aaaa la conch... Aquí cagué, me quedé abajo del vuelo" pensé inmediatamente. "Señor, mi vuelo está por salir, ¿tiene que hacerlo?" "Es procedimiento de rutina, salió seleccionado al azar. No es mi cupa que esté tan atrasado. Vamos, mientras antes terminemos, antes puede ir a tomar su avión". Me hizo pasar a un pequeño cuarto con unas máquinas extrañas. Tomó mis datos, mi pasaporte, mi carné y me hizo poner en la máquina. Me hizo pasar hacia el frente, hacia el lado, me pasó un detector de metales por todo el cuerpo. Al final me miró con cara de sospecha, pero me dio de vuelta todas mis cosas y agarrándome el pantalón (ya que el cinturón lo llevaba en la mano) corrí a encontrarme con mis amigos. Por suerte aún no terminaban los otros de pasar por policía y una vez estuvimos todos listos, corrimos como si no hubiese un mañana. Creo que llegamos al último llamado, pero lo logramos.

  Entramos al avión y vi a Luisa, la saludé con la mano y una sonrisa y seguí a mi asiento que estaba unas filas más atrás. Ahí los cuatro, agitados por la corrida y aún borrachos, nos sentamos y pudimos relajarnos. Bueno, hasta que empezó a volar el avión. No supe cuándo, pero en algún minuto me quedé dormido. Desperté solo con la comida que nos estaban sirviendo. Fue un buen vuelo, a pesar de un par de turbulencias y el mareo propio del alcohol en mi sistema. Al final llegamos a Chile y nos dispusimos a buscar nuestras maletas. Y aunque ya había encontrado la mía seguía buscando, pero la buscaba a ella, a Luisa. Se supone que se iba a encontrar con una amiga, así que debía estar todo bien. Nos vimos antes de pasar por el SAG, pero una vez que estuvimos afuera nos encontramos con el papá de Aldu que nos había ido a buscar. Miré para atrás, pero supongo que por las grandes maletas que traían Luisa y Elena se iban a demorar. Como nos iban a llevar a todos no podía darme la atribución de pedir que esperásemos más, así que me resigné a no despedirme apropiadamente de Luisa y nos fuimos. En el camino, sin embargo, le mandé un mensaje, ya habíamos compartido nuestros facebook en la cena de la primera noche en el hotel, por lo que no fue algo tan raro.

Una pena que no nos hayamos despedido! 
Pero bueno, espero que estés bien en tu 
nueva casa y que te guste Santiago jaja

Eso dio pie a una pequeña conversación en la que la invitación a carretear fue confirmada. Al menos por ahora seguíamos siendo sus únicos amigos chilenos. Pero ya, al fin en casa luego de nueve días en Perú, lo único que quería era ponerme cómodo y acostarme (a pesar de que esa cama del Meliá supera por muchos niveles a la mía). Con esa nueva amiga en mente y pensando en los días que vendrían, me acosté a dormir.

Continuará...






Capítulo 4: Primera Cita

  Ya habían pasado algunos días en los que seguimos en contacto por facebook, en los cuales le tuve que enseñar cómo llamar por teléfono en Chile para pedir pizza, cuando Luisa nos pidió a los cuatro viajeros que le diésemos información sobre nuestra aventura hacia Machu Picchu. Luego de explicarle algunas cosas, como fui yo quien organizó la visita a la maravilla, Luisa me pidió que nos juntáramos para ayudarla a planear su viaje. Quedamos de vernos al día siguiente en estación Los Leones a eso de las 5:30 p.m. para ir a tomar un café y conversar. En Santiago estábamos en época de lluvia y mucho frío, por lo que se me ocurrió que un café sería el ambiente ideal para conversar, algun lugar bonito, con sillones. No tenía nada en mente, mi intención era improvisar, caminar un rato por ahí, ver un lugar que nos gustara y entrar. Además, tenía que ir a comprar unos libros, así que tendríamos tiempo de ver lugares mientras íbamos a la librería.

  El punto de encuentro era la boletería de la estación, a la cual llegué unos quince minutos antes. Estaba ansioso, sería la primera vez que estaríamos los dos solos. Pasaron diez minutos, aún no llegaba, pero todavía quedaba tiempo. Pasaron otros cinco, me empecé a preocupar. Pasaron otros diez y no aparecía. Otros diez más y ni una señal de ella. Me sentía como un tonto ahí parado, dando vueltas en círculos porque no podía estar tranquilo. Al rato me llegó un mensaje de Luisa.

PATOOOOOOO

pato pato patoooo
el cajero se quedo con mi tarjeta!


Lo que significaba que probablemente no nos íbamos a poder juntar. Me decepcioné otra vez de mi suerte, pensaba que ya no iba a resultar nada, pero luego de preguntarle si había hablado con el banco y si todo iba a estar bien, Luisa me dijo si quería ir a su departamento para conversar lo del viaje. Al principio me puse un poco nervioso, no me había preparado mentalmente para esa posibilidad, pero no me iba a negar a su invitación. Le dije que sí, que iba a comprar los libros y que luego iba. Llegué alrededor de las ocho a Santa María 571, edificio donde viviría Luisa por cinco meses.

  Subí por el ascensor al tercer piso y con una calma autoinducida toqué el timbre del 302. No recuerdo quién abrió, pero una vez adentro y ver a todos los roomies sentados en el living fue como un golpe en la cara. Creo que si hubiese sido su familia me hubiese caído de espaldas, pero como eran otros jóvenes más o menos de la misma edad no fue tan complicado aclimatarme y ponerme cómodo. Nos sentamos en la mesa del comedor y le expliqué con lujo de detalles cómo habíamos preparado nuestro viaje a Cusco.

- ¿Quieres subir a la terraza? Se ve muy bonito Santiago de noche, me gusta mucho.
- Mmm, bueno, vamos- cómo decirle que no, aunque ya había visto Santiago de noche desde una azotea y hacía frío. Pero salir de la vista de los compañeros de departamento de Luisa le ganaba a todo lo demás.
Subimos al ascensor y después de un par de palabras cruzadas quedamos en un incómodo silencio. Esos veinticuatro pisos fueron más largos que nunca, pero al fin llegamos arriba y salimos. Luisa había sido modesta en decir que se veía bonito, porque se veía espectacular. Quedé realmente sorprendido, nunca había visto Santiago así desde ese lado de la ciudad. Intenté identificar algunos edificios importantes y emblemáticos, dármelas de buen santiaguino y enseñarle a Luisa, pero parece que ella sabía un poco más que yo así que dejamos de lado el tema. Hacía mucho frío y Luisa estaba algo desabrigada, por lo que quería que se acercara a mi y poder abrazarla, pero se dedicó a tomar fotos y luego de un rato me dijo que tenía frío y que bajáramos.

  Una vez más los veinticuatro pisos del terror y la mirada indagadora de los roomies al abrir la puerta. Conversamos un poco más en la mesa y le dije por whatsapp (porque no quería que el resto escuchara) que fueramos a comer algo, pero solo los dos porque no andaba con mucha plata. Así que salimos en busca de un lugar donde cenar y como no sabía dónde podíamos ir, confié en mis instintos y caminamos hacia el centro. A unas cuadras del edificio encontramos un pequeño restaurant de comida china, que para mi era bastante flaite, pero daba igual porque hacía hambre y no tenía idea si íbamos a encontrar otro lugar donde comer. Nos sentamos frente a frente en una de las mesas y pedimos un menú para dos: carne mongoliana, chapsui de pollo, wantán y arroz chaufa. Todo un festín para Luisa, que me contó que la comida china de Tijuana era mucho peor comparada con esta y sobre todo quedó muy feliz con el wantán que no existía en su ciudad. Comimos y conversamos de los viajes, me contó del sur de México y de todo lo que hay por hacer, yo le conté un poco de lo que he visto de Chile y ya, nos quedamos sin tema de conversación.

  Luego de ese silencio incómodo que duró mucho rato de nuestra cena, pagué la cuenta y volvimos caminando a su casa. Luisa llevaba unos envases con lo que había quedado de carne y pollo para su almuerzo del día siguiente. Yo llevaba muchas ganas de que ese día no terminara. Pero llegamos a su puerta, miré la hora y era bastante tarde, apenas alcanzaba a tomar el metro para volver a mi casa. Nos despedimos en el lobby y se fue en el ascensor. Yo salí al frío del invierno santiaguino y partí hacia la estación de metro, esperando no encontrarla cerrada a esas horas de la noche. Sin haberlo planeado, sin darme cuenta, habíamos tenido nuestra primera cita y, aunque hubieron momentos incómodos, creo que salió bastante bien. Ya no podía esperar a que llegase el próximo miércoles, día en que haría un carrete en mi casa, al cual había invitado a Luisa. No lo sabía en ese momento, pero ese día que tanto esperaba marcaría un antes y un después en nuestras vidas.


Continuará...




Capítulo 5: El carrete

  Era miércoles, había pasado un poco más dos semanas desde que había llegado a Chile y ese día era el carrete en mi departamento que quedó pendiente desde Lima. Ya había avisado a mi papá para que se quedara en su pieza toda la noche, así que solo faltaba hacer un poco de aseo en ese departamento de hombres en el que la limpieza nunca ha sido ni será una prioridad. Había empezado a ordenar tarde porque inicialmente el carrete iba a ser en casa de mi madre y se complicaron las cosas. Ya había ordenado mi pieza, el living, el comedor y estaba pasando la aspiradora para que no se notara tanto la acumulación de polvo bajo los muebles cuando me llega un WhatsApp de Luisa diciendo que estaba en estación Simón Bolívar, que es la que está cerca de mi casa. Le dije que se quedara ahí y me esperara, que la iba a buscar. Entonces salí inmediatamente, dejé todo como estaba y fui por ella.

  Llegue a la estación y ahí estaba ella, medio muerta de frío porque lo único que había traído a Chile eran minifaldas. "¿Hay algún lugar donde comer por aquí?" me dijo Luisa que venía cagada de hambre porque no comía desde el almuerzo. Da la casualidad que cruzando la calle hay un lugar que se llama Chato's donde venden los típicos sándwiches chilenos que hay en todas partes. Fuimos a comer y por primera vez Luisa probó el chucrut, que es repollo fermentado en salmuera, que al final es como repollo al vinagre o algo así. Después de comer y conversar un poco volvimos a salir al frío de Santiago. Le dije que teníamos que ir a comprar algunas cosas primero, así que fuimos a un BigJohn que queda como a una cuadra del condominio (son cuatro edificios juntos) y compramos bebidas, papas fritas y algunas otras cosas para picar. Volvimos y subimos al octavo piso, pero esta vez no hubo un silencio incómodo en el ascensor. Entramos y lo primero que vio al entrar fue la aspiradora frente a la puerta de la cocina tal como la había dejado. "Em, disculpa, es que estaba limpiando un poco antes de que llegaran" le dije mientras la guardaba. Recuerdo que solamente se rió y me dijo que no importaba. Dejamos las cosas en la mesa y fuimos a mi habitación.

  Mientras ella se entretenía con mis libros, estatuillas, y monos varios que tengo por ahí, yo buscaba algo que mostrarle de mis cursos de programación. Ya que era uno de los temas que más teníamos en común hasta el momento, quise mostrarle lo que era capaz de hacer. Pero lamentablemente no los tenía ahí, no me acordaba que para ese entonces ya había cambiado mi laptop y los programas que había hecho se habían perdido en el tiempo y el espacio. Así que al final le mostré algunos videos de los que hice con mis amigos para Youtube, uno de los cuales estaba editando y tenía que hacer greenscreen y otras cosas.

  Se nos acababan los temas de conversación y las cosas que compartir cuando me llama la Aldu y me dice que ya había llegado, que le abriera la puerta. Así que subió y pasó también a mi pieza, por lo que el silencio awkward nunca llegó. Luego fueron llegando los demás, el Pape con la Vale (que son pololos) y la Nicole. Fuimos todos al comedor y abrimos las primeras cervezas. Así fue transcurriendo la noche, abrimos más copete, hicimos unas pizzas que había comprado con la Luisa, después llegó la María, nos pusimos a escuchar música de muchos años atrás que claramente Luisa no conocía porque era la única que se quedaba callada y se reía mientras el resto nos rajábamos las gargantas emocionados por recordar años pasados. Hasta que pusimos música más internacional y cantamos todos. No recuerdo bien, pero creo que pusimos Luis Miguel.

  Seguía avanzando la noche, ya eran como las 5 de la mañana y algunos se habían ido a dormir a mi pieza. Quedábamos Luisa, María, Pape y yo en el living, ya estábamos muy borrachos y escuchábamos Michael Jackson por Youtube. De izquierda a derecha frente al laptop estábamos María y yo sentados en sillas, luego Luisa sentasa al lado mío en el piso junto a la estufa eléctrica y Pape estaba en alguna parte sentado de alguna forma que no logro acordarme. Ya había hablado con María, mi mejor amiga, de que me gustaba Luisa, entonces en ese momento empezó a azuzarme.
- Pato, dale, es tu oportunidad - decía mientras me golpeaba con el codo.
- No, espera un poco, estamos viendo al Rey del Pop.
- Weon, déjate de webear y agárratela.
- Oh, que webiai. Espérate.
- ¡No! ¡Ahora!
- Aaagh ya.
Y me lancé a la vida. La verdad no había calculado nada, solo pensaba "qué es lo peor que puede pasar", así que no consideré que aquel giro rápido hacia mi derecha iba a hacer que casi cayera sobre Luisa y que fallara mi beso teledirigido. La pillé desprevenida, pero apenas se dio cuenta de lo que pasaba no tardó en corresponder a mi beso sorpresivo.

  Apenas comenzamos a besarnos sentí cómo Pape y María escapaban a toda velocidad de ahí, lo que me dio un poco de risa nerviosa. Afortunadamente, eso no nos detuvo ni a Luisa ni a mi, que, como lo dije alguna vez, parecía que nos tuviesen amarrados y en ese momento se hubiesen roto las cuerdas que nos separaban. No voy a entrar en detalles, pero la pasión de ese momento superó totalmente mis expectativas. Así que ahí nos quedamos, en el sillón del living, hasta que sentí que había llegado un WhatsApp a mi teléfono. La única explicación es que mis amigos necesitaban algo, por lo que fui a revisar y sí, Pape se tenía que ir, así que me estaba pidiendo permiso para pasar por donde estábamos. Junto con risas nos despedimos de él y una vez que se fue nos sentamos a la mesa y tomamos algo no alcohólico para variar un poco. "¿Estoy muy borracho, o está temblando?" dije y Luisa me miró con cara de no saber qué pasaba.Y ahí estábamos, preguntándonos si fue o no temblor, cuando vimos asomarse a María y Nicole por el pasillo que daba a mi habitación y volver entre risitas por donde habían venido.

  Unos minutos después vino María y nos dijo que hiciéramos un cambio de locación, que los de mi pieza vinieran a dormir al Living y que nosotros fueramos a mi pieza. Pensé que nunca iban a atinar a cambiarse con nosotros. Así que, con unas miradas de complicidad mientras nos cruzábamos en el pasillo, quedamos Luisa y yo solos en mi habitación. Nos acostamos en mi cama y, aunque habían animos de seguir con lo que habíamos empezado, el alcohol en mi cuerpo dijo "basta" y a dormir se ha dicho.

  Así que esa fue nuestra primera noche juntos, ambos durmiendo en una cama de resortes gastados por el tiempo, borrachos de alcohol y sueño, sin saber lo que acababa de comenzar entre nosotros.


Continuará...





Capítulo 6: El sillón

  Cuando fueron alrededor de las doce del día empezó a despertar la gente. Claro, mi padre ya había ido a la cocina a buscar desayuno y había visto el desorden y la gente tirada en el sillón y en el piso. Por otra parte, yo también desperté, aunque podría haber seguido durmiendo hasta mucho más tarde. Como dueño de casa empecé a ordenar la cosa y a mover a mis invitados para ordenar el despelote que habíamos dejado. Encañados todos y con pocas horas de sueño comenzamos a movernos.
- Tu papá vino en la mañana.
- Jaja, ¿y qué dijo?
- Me saludó, pero espérate, cacha que había encontrado solo uno de mis zapatos y me lo había puesto. Pero busqué el otro y no pude encontrarlo, entonces estaba en nada mirando mis pies, uno con zapato y el otro no. Y ahí llegó tu papá y así me vio, mirando como estúpida mis pie sin zapato.
Todos reímos, porque la verdad, cualquiera de nosotros podría haber estado en ese estado de zombificación. Lo bueno es que mi papá entendió que todavía no dábamos por terminado el carrete, entonces no volvió a salir de su pieza. Después del orden y de que despabilaran un par de invitados que seguían sintiendo moverse el piso, finalmente se fueron. Bueno, se fueron todos menos Luisa que seguía durmiendo, porque la verdad, no pude ser tan cruel de despertarla, aparte de lo linda que se veía con su carita de mapache por el maquillaje todo corrido. Así que cerré la puerta después de despedirme de todos y volví a dormir otro rato.

  Un par de horas después despertamos los dos y fuimos a la cocina a comer algo. Mi papá ya no estaba, ni mi hermana, así que sin moros en la costa me di el tiempo de cocinar. Luisa insistía en ayudarme, pero quería, nuevamente, impresionarla. Así que saqué mis habilidades de chef y con lo que pude encontrar en el refri preparé pasta con salsa y pollo. Nada del otro mundo, pero de seguro iba a reponer nuestras energías después de esa noche de copete y fiesta. Así estábamos, comiendo como a las seis de la tarde, cuando llegó mi papá. En ese momento no noté lo incómoda que estaba Luisa, pero sí que lo estaba. Por mi parte, con mi papá tenemos como un código secreto, un pacto no firmado de compañeros de departamento en que ambos confiamos en que lo que hace el otro está dentro de los estándares de nuestra convivencia. Así que yo sabía que no se enojaría ni me haría muchas preguntas. Por supuesto, los introduje y ya le había hablado algo de lo que pasó en Lima con mi papá, así que ya sabía de la existencia de mi amiga mexicana. Y como a él no le gusta estar presente cuando estoy con mis amigos, tomó algo de comer y se fue a su pieza.

  Se empezó a hacer tarde y había llegado el tiempo de volver a casa para Luisa, así que fue por sus cosas y yo accedí a acompañarla. Todavía era nueva en la ciudad y lo mínimo que podía hacer era llevarla hasta el metro. No sé qué fue lo que me impulsó, pero en algún punto decidí acompañarla hasta su casa y una vez ahí no tuve otra opción que subir. Nada de eso estaba planeado, solo fueron los azares del destino que determinaron que ahí estuviese yo, sin poder despegarme de esta niña hermosa.
- Bueno, si quieres puedes ver tele o algo, no sé- me dijo Luisa
La verdad yo quería seguir conociéndola, ya me gustaba y todo había salido bien hasta ahora (excepto por los silencios incómodos y el primer encuentro con mi padre) así que estaba ansioso por saber qué seguiría después. Pero he aprendido a ser paciente, así que prendí la tele y al rato estábamos los dos en el sillón conversando de la vida y viendo la tele, mientras los roomies iban y venían. Comimos algo, no recuerdo bien qué y ya que se hizo tarde (creo que esperé hasta esa hora intencionalmente).
- El metro ya está cerrado, puedo...
- Jaja, está bien, quédate, puedes dormir en el sillón.
- Jaja, gracias.
Aún no sabía que ese sillón y yo íbamos a tener una larga historia juntos.

  Avanzó la noche y ya fue hora de ir a dormir, por lo que Luisa me pasó un cubrecamas y unas frazadas con qué taparme del frío de la noche y me dió un beso de buenas noches. La miré, me miró y luego me preguntó lo que estaba esperando que preguntara. "Conmigo" le contesté, "duerme aquí conmigo", lo que pareció hacerla feliz a ella también. Así que intentamos dormir, entre conversaciones y besos, en ese incómodo sillón que no estaba hecho para dos. Al final, en un punto de la noche en que ya ninguno de los dos pudo seguir soportándolo, Luisa decidió ir a dormir a su cama. Y yo, pues, ahí quedé, durmiendo en el sillón de la casa de Luisa, con una sonrisa de oreja a oreja.

Continuará





Capítulo 7: Miércoles Po'

  Un par de minutos despúes, la misma noche del sillón, volvió Luisa con unas cobijas y almohadas. "Corramos la mesita y nos acostamos en el piso" dijo Luisa mientras me miraba sonriendo. Me encantó la idea en inmediatamente la ayudé a acomodar las cosas, nos hicimos una cómoda "cama" sobre la alfombra del living. No era un colchón muy cómodo, pero dormir una vez más abrazados valía todas las penas. A la mañana siguiente, luego de ordenar y comer algo, nos despedimos sin querer soltarnos.

  Pasaron los días y las conversaciones por facebook y twitter. Cada noche después de esa quedó un vacío en nuestros brazos que sabíamos que solo podíamos llenar estando juntos y no dudamos en decírnos cada día, a cada rato, que estábamos enviciados con esta química que se había generado entre nosotros. Y en estas conversaciones por el chat de facebook, los stickers empezaron a ser recurrentes. Ella con los conejitos y yo con los monos, nos decíamos todo con esos graciosos dibujitos.

  Así nos fuimos conociendo de a poco y mientras ella me contaba de su vida en Tijuana, sus logros, su trabajo, sus hobbies; así yo fui contándole de los míos. En ese tiempo con el Mato y el Titi estábamos trabajando en un canal de Youtube llamado De Lunes A Viernes (más conocido como DLAV), que era nuestro canal de videojuegos. En una de nuestras reuniones creativas decidimos comer "tacos", que en Chile es sinónimo de tortillas de harina con cualquier cosa dentro en forma de burrito o wrap. En ese momento pensé que podía hacerme el lindo diciéndole "mira, estamos comiendo cosas de tu país". Más tarde iba a aprender de una hermosa mexicana que todo lo que acá conocemos como "comida mexicana" es una farsa de proporciones.

  Así fui abriendome más con Luisa, mostrándole cada vez más mi lado nerd. Pero si había una cosa que teníamos en común era la programación, por lo que no dudé en usarlo a mi favor. Hice un pequeño programa para ella y estaba ansioso de mostrárselo. Así que uno de los días en que nos vimos, llevé mi laptop y se lo mostré. Era muy simple, la verdad. Cada un segundo salía un texto que decía que Pato le daba un beso a Luisa y que la felicidad de Luisa aumentaba y tenía un contador. La verdad, solo se rió, pero le gustó. Fue después, cuando le contó a sus amigos, que reconocieron en mi obra algo muy lindo y tierno.

  Ese mismo día, por estar perdido en el tiempo, se me hizo tarde y tuve que correr al metro para volver a mi casa. Llegué, la puerta estaba abierta, bajé las escaleras y al llegar abajo el guardia me dijo que no, que para el lado que yo iba ya no pasaban trenes. Así que, cabeza abajo pero con una sonrisa, volví al departamento de Luisa para pasar otra noche juntos. Y una vez más abrazados en el sillón, esta vez Luisa sí fue a dormir a su cama y, cuando le di las buenas noches le dije por primera vez "te quiero", sin tener la respuesta que esperaba. Pero al otro día, ya en la tarde, encontré lo que quería en un tweet de Luisa que decía "yo también".

  Unos días después, Luisa me invitó a un evento que sería el miércoles, una fiesta para los extranjeros en Chile llamada Miércoles Po', producida por la Comunidad Po', que es la empresa que se dedica a hacer esta fiesta todos los miércoles, con distintas temáticas y en distintos lugares, además de paseos y otras cosas con el sello Po'. Para yo, un chileno cualquiera, pudiese entrar sin tener que pagar doce lucas, tenía que ser inscrito en una lista especial y entrar antes de las doce de la noche. Luisa tenía un pre en casa de unas amigas, por lo que decidimos juntarnos ahí para luego ir a la fiesta. Así que al legar el día, aunque un poco tarde, legué al pre en la calle Monjitas, en la terraza de un alto edificio desde donde se veía Santiago de noche. Ahí estaba Luisa, con un montón de gente que no conocía. La verdad, había ido solo porque no aguantaba las ganas de estar con ella. Así que me robé un par de piscolas y entré en conversación como si fuese uno más de los extranjeros que llenaban la azotea.

  Llegado el momento, partimos a la fiesta, pero para mi mala suerte y distracción, llegamos tarde. Así que, por más que le pedí a la de la entrada, ya no me dejaron entrar sin pagar las doce lucas. Eso es bastante caro para una fiesta, pero ya estaba ahí y no quería arruinarle la noche a Luisa. Tampoco me iba a devolver con la cola entre las piernas, así que sumando y restando pensé "qué más da" y pagué los doce mil pesos y entré.

  El lugar estaba lleno de punta a punta, lo que era bastante decir porque era bien amplio. Así que luego de dejar mi chaqueta con todas nuestras cosas en guardarropía, fuimos a bailar. La entrada venía con un cover, por lo que fui inmediatamente a la barra a buscarme un trago y luego de bajármelo, fui al grupito donde estaba Luisa bailando con sus amigos. Por suerte, para mi, no era reguetton, porque siendo sincero, nunca me ha gustado, de hecho antes no lo soportaba, hasta que me hice a idea de que venía para quedarse un largo tiempo y que no podía evitarlo (además de que al Mato le encanta escuchar reguetton en el auto, en su casa, en el baño, en la calle, etc). Así que ahí estábamos bailando y, por supuesto, yo quería bailar solamente con la mujer por la cual había invertido mis doce lucas. Pero por alguna razón que no comprendía en ese momento, ella no me dejaba. Se escapaba, me negaba y yo no sabía qué pasaba. Por momentos me iba totalmente a otra parte, a la entrada, al baño, a pegarme a la muralla, no me daban ganas de bailar con nadie más que ella. Y así transcurrió la noche y yo preguntándome qué pasaba sin lograr encontrar una respuesta. Al final decidímos irnos de ahí, ya era tarde y había que ir a clases al día siguiente. Así que partimos caminando, porque quedaba a unas cuantas cuadras de la casa de Luisa.

  Al llegar ella me dijo que si quería hablar, que fuéramos al balcón, así que ahí fuimos, nos sentamos y salieron a la luz todas las respuestas que buscaba. Ahí, en el frío de la noche, Luisa me contó de su vida antes de venir a Chile, de su último novio, de que había alguien en Tijuana con el que tenía dudas, que sentía que yo iba demasiado rápido y que no quería nada serio. Todo esto me aclaró las cosas y con las cosas más claras le di mi respuesta: "La verdad, no estoy buscando nada serio tampoco, ahora sé que tienes tus cosas esperándote en Tijuana y que no quieres volver amarrada a nada porque te gusta ser así, libre. Por eso, quizás sí voy muy rápido y es que no quiero perder ningún momento, ningún minuto contigo. Lo único que quiero es pasarlo bien, ser feliz, y si podemos ser felices estos meses juntos y tener algo hermoso, está bien, pero por lo mismo quiero que sea intenso, que nunca te olvides de mi y que yo nunca me ovide de ti. Que cuando vuelvas y te acuerdes de mi, recuerdes al chileno que te hizo feliz y sonrias." Y luego de una pausa en que ambos nos miramos por un largo momento le dije "Yo no te voy a obligar a nada, no quiero amarrarte. Solo tengo un corazón abierto y eso es lo que puedo ofrecerte. Si quieres, puedes vivir esto conmigo, si no, bueno, aún podemos pasarlo bien de vez en cuando." Luisa me miró y las lágrimas que habían sido de tristeza pasaron a ser de emoción, nos abrazamos muy fuerte y nos besamos.

  Luego de eso entramos para al fin escapar del frío y una vez más dormimos juntos, sin saber que lo que habíamos compartido esa noche iba a significar tanto para nosotros.

Continuará...



Capítulo 8: ¿Quieres...?

  Pasaron varios días en que seguimos hablando y viéndonos, excepto por unos días en que estuve resfriado. Pero aunque estuviese un poco decaído, eso no venció mis ganas de ir a ver a Luisa y fui una vez más a su casa. Ya los roomies me conocían y comenzaba a ser, poco a poco, uno más de ellos.

  Uno de esos días en que íbamos a salir, había un evento en la universidad de Luisa que se llamaba Trofeo Mayor, que básicamente eran diversas competencias deportivas y no deportivas en que competían campus contra campus. La verdad fuimos por la comida gratis, pensando que iba a haber algún tipo de entretención también, pero estuvo bastante fome.

  Al día siguiente habíamos sido invitados a una fieste de beneficencia en la FAU, que es la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Quedamos de juntarnos con Luisa en mi casa para ir desde ahí a la fiesta y al llegar vi que venía con minifalda y polera, sin ningún tipo de abrigo. Venía temblando, porque ya era tarde y el frío estaba comenzando a doler en los huesos. Así que al verla tan poco preparada la "obligué" a ponerse unos pantalones míos y un abrigo de mi hermana. Se veía de lo más linda.
  Tomamos el metro, bajamos en estación Universidad Católica y caminamos un poco perdidos hasta que dimos con el lugar. Ya estaban cerrando la entrada y había olvidado sacar plata del cajero, así que nos dieron cinco minutos para correr a la esquina a sacar plata y volver. Corrimos como si no hubiese un mañana y toda la gente nos miraba preguntándose qué mierda pasaba. A pesar de nuestro no tan impresionante estado físico, lo logramos, volvimos a tiempo y pudimos entrar. El Gabo, uno de mis amigos que estudia ahí, nos fue a buscar a la entrada y fuimos con él hasta donde estaba su pololo, el Koe, junto con amigos de ellos que eran muy simpáticos. Conversamos un poco, pero mi misión principal en ese momento era encontrar al resto de mis amigos. Así que con ese grupito nos empezamos a mover a donde estaba toda la gente, obviamente en el sector de copete y cerca del escenario. Ahí yo llamaba y llamaba al Pape, pero no pasaba nada, así que nos metimos al tumulto a buscar caras conocidas. Al poco rato nos encontramos con la Nicole y unos amigos de ella y nos dijo que el Pape y la Vale estaban por ahí.
Así que nos pusimos a esperar hasta que aparecieron, nos abrazamos y finalmente pude comenzar con esa fiesta, ya que mi misión se había completado. Tomamos, bailamos, fue todo muy entretenido, pero luego de un rato nos cansamos y fuimos a sentarnos con el grupito del Gabo y el Koe. Seguimos tomando y conversando de las cosas de la vida, hasta que a alguien se le ocurrió ir a un lugar más amenos para conversar, ya que el ruido de la gente y la música hacían que tuviésemos que gritar.

  Si no mal recuerdo, el patio donde fuimos se llama el patio de los enamorados o algo así. Así que ahí estábamos, bebiendo, riendo, hablando de cosas muy serias, por supuesto. Y en un momento un borracho se puso a mear en unas plantas que habían cerca de donde estábamos y, de alguna forma que no comprendo, una amiga del Koe lo reconoció desde lejos (habra sido por su...). Así que empezamos a llamarlo y vino a conversar con nosotros. Siguieron las risas y la conversa y con Luisa no podíamos estar más pegados, por una parte por el frío y por otra, porque ya eramos inseparables. Pasó el rato y vinieron a echarnos, tenían que cerrar el campus, así que decidimos seguir con el carrete en la plaza que queda justo afuera de la FAU. Como éramos varios, compré un litro más de cerveza, pero para cuando volví, ya se había disuelto el grupo y se habían ido casi todos. Así que tuvimos que tomarnos ese litro de cerveza entre Luisa, Gabo y yo, que con todo el copete que ya habíamos tomado, fue la guinda de la torta.

  Se había acabado la fiesta, era bastante tarde y el frío ya nos había cansado, así que fuimos a tomar micro con Luisa y nos subimos a una que sube por Irarrázaval. Nos bajamos en Plaza Egaña, que queda como a seis cuadras de mi casa y, como ya estaba cerrado el metro, decidimos caminar. Hacía mucho frío, pero estábamos borrachos, así que prácticamente no lo sentíamos. Solo teníamos muchas ganas de ir al baño, por lo que decidimos ir hacia una pizzería que abre toda la noche que queda camino a mi casa. Íbamos caminando y no podía sacarme de la cabeza la relación que estábamos teniendo con Luisa, lo mucho que me gustaba y lo feliz que me hacía. Estaba decidido, ya habíamos hablado sobre eso, pero tenía que intentarlo. Así que solté la lengua, empecé a hablar de que ya habíamos quedado en no tener nada serio, pero que para mi las cosas simplemente son y no necesitan nombre. Que nosotros ya éramos algo sin necesidad de hacer ningún acuerdo, pero que de todas formas quería preguntarle. "Es que a veces me gustaría decirlo, a mis amigos, a mi familia. No sé, tiene un algo decirlo, aunque en verdad no es necesario, nosotros somos lo que somos y cómo se llame esto no va a cambiar nada... Pero igual, ¿quieres ser mi polola? Osea, ya sé que lo hablamos y todo, pero es solo si quieres, si no, bueno, no importa". A pesar de seguir borracho me puse un poco nervioso y creo que Luisa lo notó. Me dijo que no, que me quería mucho, pero que no quería formalizar nada si solo iba a durar unos meses. La verdad, me lo esperaba, pero tenía la pequeña esperanza de que me dijera que sí.

  Llegamos a la pizzería y entramos al baño. Como estaba barato y hacía un poco de hambre, nos sentamos a comer. Recuerdo que estaban dando una película, solo que no recuerdo cuál. En fin, comimos, conversamos de otras cosas y el tema anterior ya se estaba yendo de mi cabeza. Seguimos nuestro camino en el frío de la noche invernal de Santiago, al fin a dormir, al fin a abrigarnos y seguir con nuestro amor libre, sin nombres. Y ya que me había hecho la idea en mi cabeza, a una cuadra de llegar a mi casa, Luisa me dijo "Sabes, hoy en la mañana estaba hablando con una amiga... Y le dije que iba a salir con mi novio". La miré, me miró con una sonrisa y todo en mi cabeza se dio vuelta. "¡Tramposa! ¡Ya era tu novio y no lo sabía! Jajaja, supongo que es un sí entonces, supongo que estamos pololeando." La imborrable sonrisa en mi cara solo se comparaba con la de Luisa, que con su mirada me dijo que así era. Completamente felices subimos al departamento, entramos cautelosamente para no despertar a mi papá y nos acostamos a dormir.

  Así comenzó esta historia, así fue como nuestra relación empezó a crecer y fortalecerse. Luego de ese día vinieron muchos más momentos memorables, pero esos pertenecen a otra historia, una historia que no se acabó con su partida y no se ha acabado todavía. Esta historia es real, me pasó a mi, le pasó a Luisa y les puede pasar a ustedes. No den por vencido al amor, nunca se sabe dónde se puede encontrar. Aunque, si se fijan bien, siempre está ahí, en todas partes, solo hay que saber mirar, solo hay que saber amar.

Fin.
De izquierda  aderecha: yo, Luisa, no sé, no sé, Vale y Pape.

7 comentarios:

  1. Que linda historia. puedo decirte que soy Chilena y mi historia también es parecida mi esposo es Mexicano DF, llevamos 10años juntos, felicidades, está historia. Habla de un amor consolidado.

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    1. Muchas gracias por tu comentario! Qué lindo saber que todavía hay personas que leen nuestra historia :)

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  2. Hermosa historia, mi novio es chileno y lo conocí en mi primer viaje a Chile, quien iba a pensar que una conversación casual de media hora iba a dar inicio a la más hermosa historia de amor que he vivido. Han pasado 2 años desde esa conversación y sigo amándolo con locura!!!! Que viva el amor!!!!!!

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  3. Hermosa Historia*-* yo estoy en algo parecido yo soy de mexico y el es de Osorno Chile aunque nosotros no nos conocemos en persona u.u les deseo lo mejor en su relacion & espero & sean muy felices!

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  4. Y no hay mas cspitulis? Awwww que linda historia

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  5. Hola Pato o como te dice Luisa "Mrs.P". Soy una fiel seguidora del blog e Instagram de la Luisa y del trabajo que hacen juntos en estos, y te cuento que me emocionó hasta las lágrimas leer el comienzo de su historia de amor. Es súper cuático sentirse "tocada" por historias de amor, pero está me llega especialmente porque tengo un amor en Oklahoma, USA. Al que conocí justamente cuando él hizo su intercambio de casa de estudios en Chile. Nuestra historia tiene varias vueltas y bueno cuando él regresó por segunda vez a su país estuvimos separados 107 días (fui a visitarlo) y ahora regresé a Chile, llevo menos de una semana sin verlo y no puedo más de extrañarlo. Sin embargo, su historia me inspira, y te agradezco la hayas relatado y compartido :)
    Espero que sigan su camino y estén juntos hasta que se permitan ser felices.

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  6. Awnnnnn amé su historia ✨, el destino y sus encuentros bonitos con el amor de tu vida ��

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